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Polemizando

Vacaciones no, lucha

No me atrevería a llamar vacaciones, ni siquiera descanso, al tiempo de receso laboral, un derecho respetado tanto en el código laboral vigente como en el anteproyecto que ahora mismo discutimos. La vida cotidiana es dura,  deja poco espacio para el ocio y ese tiempo debes aprovecharlo para hacer trámites pospuestos y atender lo abandonado durante meses. Pero el descanso intelectual es como reinstalar la computadora natural que acoge las neuronas para regresar con las pilas cargadas, con la voluntad de aportar más al bien común. Y entusiasma ver el ajetreo constructivo en cada cuadra, imposible durante años, buen síntoma de los cambios que vivimos. Solo falta que la pirámide se invierta y que los que más aportan también puedan construir viviendas confortables. Falta evitar que los escombros se junten con los desechos sólidos que en unas calles se recogen diariamente mientras en otras, demora más el ciclo que el del agua. En la calle hay de todo. Es innegable que el aguacate, ha sido el menos caro en 20 años y que llegando octubre todavía hay tomates en las carretillas, aunque no haya terminado el desorden y en general los precios siguen siendo agobiantes. Pero reconforta que crezcan las voces que comprenden la necesidad y urgencia moral de topar los alimentos fundamentales y el transporte privado. Reconforta también leer en el Granma y escuchar de voces oficiales lo que tanto ha sido reiterado en este propio espacio: las deformaciones de algunos servicios por cuenta propia, las violaciones de la legalidad contempladas incluso en el código penal, que nadie tiene permitido comprar mercancías en un establecimiento del estado para luego especular con ellas.  Claro que duele que no se atajen a tiempo los problemas, que ya muchos compradores y vendedores se hayan acostumbrado a ver lo ilegal como normal, pero es importante comenzar a poner orden.  Cuando vemos en oferta particular artículos deficitarios, incluso piezas de repuesto del programa energético que no encuentras en la red estatal concluimos que está deficitaria la vergüenza en quienes las ofertan y en cada responsable de exigir porque estas cosas no ocurran.      

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