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Polemizando

¿Mercado o Planificación?.

Renueva el optimismo el trascendente discurso de Raúl en el parlamento. Nadie podría argumentar que no sabe lo que le toca hacer. En el afán de hurgar en el fondo de las causas que provocan los problemas me propuse profundizar sobre los efectos de los precios “de oferta y demanda” generalizados a partir del 2007 en la comercialización de productos agropecuarios, en el trabajo final del reciente diplomado cursado. Sintetizo las ideas principales. Los precios “a oferta y demanda” afectan la contratación. Al productor le conviene no contratar, comprar los insumos ilegalmente,  y no verse comprometido a vender sus producciones al estado evitando además ser demandado por incumplimientos.  La fórmula usada para estimular la producción y acopio de los renglones que sustituyen importaciones ha sido aumentar los precios de compra al productor sin que se haya alcanzado el objetivo previsto. Sin embargo no se ha experimentado con la aprobación de un precio máximo de venta de esos productos lo cual podría propiciar su acopio. No son los mecanismos espontáneos del mercado sino la planificación agrícola la que garantizará sembrar y producir en correspondencia con la demanda para que no plante cada cual lo que más dinero le reporte sino lo que necesita el país.  Los precios de oferta y demanda no han estimulado la producción agrícola, que decreció en el 2012 según datos publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información. En resumen, ellos entorpecen la planificación agrícola, la contratación incluso de los productos que sustituyen importaciones y propicia el desvío de la producción y la elevación desmesurada de los precios de venta  a la población. En una encuesta realizada a 212 personas en 11 municipios para la realización del trabajo, el 93 por ciento se manifestó a favor de que el estado regule los precios de los principales  productos agrícolas. Las personas encuestadas, las estadísticas oficiales, los campesinos entrevistados, y los expertos consultados, construyen un consenso irrebatible. Por ello reafirmo que el establecimiento de un precio máximo de venta para los principales alimentos y para todo tipo de vendedores evitaría la especulación y el desorden que hoy prevalecen en la comercialización de productos agropecuarios. Resulta evidente que tener en cuenta las tendencias del mercado no significa aceptar o permitir la preponderancia de su esencia salvaje en una actividad vital para el pueblo como el consumo de alimentos.

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