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Polemizando

La simiente sembrada el 26 de julio

La simiente sembrada el 26 de julio

Ningún pueblo podría olvidar su historia sin arriesgarse a tener que repetirla y la mayor honra que pudiera hacerse a la sangre de los mártires es mantener en pie la obra que ellos ayudaron a cimentar con el sacrificio supremo de la vida. Por eso aquellos jóvenes encabezados por Fidel que mantuvieron al apóstol vivo cuando una cruel tiranía humillaba al país, encendieron una antorcha eterna para alumbrar el camino e impedir que un día la patria vuelva a ser esclava. Un camino sin pavimentar por el que hemos sabido transitar tres generaciones serpenteando no solo las malezas propias sino la gran fiera despechada, de siete leguas, en eterno acecho para aprovechar cualquier desliz, clavar su garra en el corazón de la dignidad cubana y llevarnos de nuevo a los tiempos de la reverencia al Mister y a la Sugar Company. Casi seis décadas después de aquel momento heroico los agradecidos tenemos el deber de mirar hacia la luz para que podamos limpiar su haz de manchas y lunares en una práctica radiante en que cada opinión se tiene en cuenta. No es justo abrumar nuestros ojos con las tinieblas materiales sin saldar y que nos parezcan de ficción los episodios tenebrosos que nos contaron los humildes abuelos, porque ese pasado está ahí como brutal presente de millones en otras latitudes. Tampoco hay derecho a conformarse, porque la hora sigue siendo de hornos encendidos, talleres despiertos, tierra labrada y brazos que no se cansen. Aunque el ritmo pueda parecernos lento, sin pausa el país cambia, se transforma y se van recogiendo nuevos frutos valiosos. La simiente sembrada por Fidel aquel 26 de julio hace 59 años nunca se ha negado a germinar porque no hemos permitido que envejezca. Y nos adentramos en el tercer milenio con una revolución que conserva intacto el corazón y se despoja de obstáculos sin detener la marcha,con el mismo color que trajo de la sierra.

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