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Polemizando

MADRE NO HAY MAS QUE UNA SOLA

MADRE NO HAY MAS QUE UNA SOLA


Ocho años fui feliz. Solamente ocho años. Después he tenido momentos de intensa felicidad, pero nunca más ha podido ser completa desde que un derrame cerebral me llevó a mi madre con apenas 31 años. Y no he podido soportar su ausencia. Cuanto envidio a quienes han podido recibir su portentoso amor hasta después de adultos. Pero ocho años bastaron para dejarla impresa en mi retina para siempre. Quizás alguien piense que exagero, pero recuerdo incluso cuando me sacaba de la palangana envuelto en una toalla y me apretaba contra ella diciendo tengo frío. Cuanto calor sin embargo me dio en tan poco tiempo. Un día pescó una anguila con anzuelo y ante sus gritos pensando que era un temible majá, corrió hasta el río el vecino Llolo Herrera y lo aclaró todo. La acompañaba también  como hijo más pequeño en la rutina de la pesca precisamente cuando arruinó mi vida el fuerte dolor de cabeza que la llevó a la muerte 8 días después. Aquel 30 de julio del 69 cuando cumplía 8 años,  desde su cama del hospital solicitó a mi padre que me mataran un guanajo. La recuerdo con la guitarra siempre a mano para alegrar a los demás. Fomentaba amistades en minutos. No olvido con que orgullo enseñaba la carta de respuesta recibida de puño y letra de la inigualable cubana Celia Sánchez  o sus lágrimas aquel día triste en que Fidel confirmó que la muerte del Che era dolorosamente cierta. Cuando pienso en los avances colosales de nuestra medicina me queda la angustia de que quizás ahora no la hubiera perdido.  Pero siento el orgullo de haberle sido fiel, de ver como mi padre, también excepcional no permitió que nadie separara a los hermanos y enfrentó los retos de la vida con tres hijos pequeños. Y los tres hemos sido honestos y leales. Perdonen la descarga emocional y aprovechar el espacio para hablar de un tema personal. Lo hago también pensando en aquellos que han sufrido como yo la irreparable pérdida de su mamá, y no se han rendido, como esperando un día reencontrarla, ya que no he podido contar siquiera con la dicha de soñar con ella. E imploro a todos los que la tienen viva, que no pierdan la oportunidad de demostrarle su cariño, no con regalos que puedan obsequiarle, sino con la convicción perenne de una verdad que nadie se atreve a discutir. Madre, no hay más que una sola.    

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