Blogia
Polemizando

HABLAR MENOS Y LEER MÁS

HABLAR MENOS Y LEER MÁS
El suceso cultural de la Feria me activa la memoria y consolida el criterio de que el mejor amigo del hombre es el libro. No lo dudo desde aquellos dos primeros títulos que llegaron a mis manos comprados por mi mamá, cuando con seis años, acababa de aprender a leer: El perrito Fifí y Volterín y Voltereta y llegué a recitarlos de memoria. En Topes de Collantes, mientras cursaba el sexto grado compré el primero, Tiempo Muerto, con mi propio capital y aún lo guardo. Me sentí obligado a escoger ese título porque solo costaba 20 centavos, que era toda mi fortuna. No tenía gran valor literario pero conocí de la incertidumbre que experimentaba un ser humano al quedar sin empleo después de la zafra. Mi biblioteca comenzó a crecer paulatinamente, y cada madrugada me sorprendía leyendo a la luz de una chismosa que dejaba sus huellas oscuras en mis fosas nasales. ¿Donde estará María Teresa Campos, aquella bellísima profesora de Español que me regaló Episodios de una Epopeya, cuando cursaba el noveno grado en la ESBEC Carlos Roloff de Cumanayagua, con una dedicatoria inolvidablemente generosa que me sedujo y selló para siempre mi pasión por la historia?. Cuanto lamento no haber leído en la Universidad La Guerra y la Paz de León Tolstoi o no haber sacado voluntad para pasar de la página 58 de Paradiso de Lezama Lima, reconocida como monumental. Y aunque me queda mucha literatura por leer, alguna he devorado en estos años, desde los proverbios que recoge la Biblia hasta la impar obra garciamarquiana, sin olvidar las enseñanzas del Quijote y consumir lo que ha llegado a mis manos sobre conflictos bélicos y biografías. Pero si algo me exaspera es tener conciencia de que he podido leer más, aunque difícilmente mi almohada haya dormido alguna noche sin algún libro como acompañante. En la lectura está la vida de los pueblos, sus experiencias y vicisitudes, sus luchas y amarguras, sus triunfos y angustias. Están los argumentos para evitar la repetición de errores. Pocas cosas disfruto como ver leyendo a un niño y sufro por los que derrochan el tiempo, divorciados del placer de leer. La feria se marcha al transcurrir una semana pero la sed del hombre por saber debe durar el año entero. Sin ánimo de interferir en las preferencias de la gente, pienso honestamente que debiéramos hablar un poco menos y leer un poco más.

0 comentarios