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Polemizando

Apaguen esas luminarias por favor.

Apaguen esas luminarias por favor.

 

Guardar silencio ante un problema es hacerse cómplice. La mente parece estallar ante tantas luminarias del alumbrado público encendidas a plena luz del día. Lo mismo en la circunvalación de Santa Clara que en  calles céntricas, e incluso en varios municipios que he tenido la oportunidad de visitar durante los últimos días. Converso con un directivo de esa rama y recibo la consabida explicación, es un problema tecnológico, esas lámparas se debieran encender y apagar automáticamente. Y ante mi propuesta,  argumenta que no hay cable para ponerle un interruptor a cada una. Leo en el periódico Granma el ladrillazo administrativo  de respuesta a la queja de una capitalina sobre el tema y aprendo algo sobre las ventajas y desventajas de la celda fotoeléctrica que da automaticidad al sistema de alumbrado, mientras siguen ahí las calles encendidas a plena luz del día, incluso con el sol rajando las piedras, como se decía en el campo en que nací, en un derroche que hace vibrar de indignación a todos los que no hemos perdido la conciencia sobre la urgencia de ahorrar. Los primeros responsables son los que tuvieron el privilegio de salir al exterior, gastando el dinero del pueblo,  a contratar y comprar, sin comprobar si son factibles de usar en nuestro país, tecnologías que lejos de ayudar, perjudican al final. Y esto no ocurre solo con las dichosas luminarias, también se compran por ejemplo  máquinas forrajeras para el ganado cuyas cuchillas duran unas pocas semanas. Ahora, si ya están compradas y usándose, hay que poner el talento nacional a buscar alternativas. Y si no se puede, sería conveniente apagar todas aquellas que no resulten verdaderamente imprescindibles. A fin de cuentas la luz hace menos falta que los productos agrícolas y ya muchos no se pueden adquirir por su alto  precio. Esas luminarias encendidas de día son una bofetada a la política de ahorro a la que tanta atención le presta la más alta dirección del país. Y lo que es peor aún, desmoraliza ante los oídos del pueblo el discurso habitual que nos solicita permanecer con los aires apagados en locales cerrados, afectando la salud de los trabajadores, porque hay que ahorrar y ceñirse al plan, aunque contemplemos como siguen impunemente encendidas a las 12 del día, las lámparas del alumbrado público. 

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